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LIC. MICHEL BARDALES GARCÍA - Especialidad de Lengua y Literatura - Profesor del Área de Comunicación. Poeta, escritor y maestro difusor de la Literatura Amazónica. - Correos: setilx@hotmail.com / arpaganus@gmail.com

sábado

LAS PALABRAS VIAJERAS DE UNA CARTA DE AMOR


De Michel Bardales García

En uno de los capítulos más interesantes de mi libro de ficciones, estuve lleno de motivación para conquistar a la indomable dueña del jardín de cantarines lirios que fue plantado en el lomo de mi viejo poemario. Por ello, comencé la delicada tarea de escribir una decorosa carta de amor con encandilantes palabras y dibujos que representaban el ritual nacimiento de mis versos.

Esa carta —con mi abnegada y quimérica dedicación— pretendió alcanzar a la que hizo Oquendo con su extraordinario “Cinco metros de poemas”. Tuve que enrollarlo como un colorido pergamino con bellos tatuajes en ambas caras que duplicaban su valor y extensión.

Cuando logré terminar mi decorosa obra, la envié por el viento hasta el lugar donde habitaba la musa que aún no asimilaba la confesión de que había sido adjudicada como mi fuente de inspiración. (Ya no es usual la existencia de este tipo de poetas)

Al presentarse ante ella, las dudas o quizás el temor, invadieron su corazón y no las quiso recibir. Se negó a aceptar que esos versos habían nacido exclusivamente para ella y su destino era asentarse en un lugar privilegiado de su corazón. O talvez, en sus labios vestidos de color rojo carmesí.

Ante este rechazo —aunque extrañamente ya lo tenía previsto—, por muchos capítulos posteriores, tuve que consolar a esa carta explicándole que la musa en algún momento de su vida había sufrido una terrible herida en sus sentimientos que le hicieron desconfiar nuevamente en el amor. Sobre todo, en esos galantes infames que pretenden colonizar corazones con falsías palabras que secuestraron de esos viejos e insolentes libros que brindan indicaciones para enamorar.

Pero —lamentablemente—, la inspiración nunca logró superar su desamor y no quiso confiar en mis escritos que se convirtieron en errantes palabras viajeras que vagaron hasta hoy en las páginas olvidadas de mi añejo libro de ficciones.

—¿ Y qué pasó con la carta? —Se estarán preguntando.

Pues una noche, cansado de pensar en ella, tomé la carta y la leí por última vez. Luego, cerré los ojos y grabándome sus intenciones la lancé al fuego donde se consumió llorando porque nació para una musa que ya no creía en el amor.

Luego, nunca más pretendí escribir otra carta de esa extensión.

(Imagen de vidiaviola en Pixabay)

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