"ESPÍAS DE LA SOLEDAD"

Michel Bardales García

 Mi soledad está temblorosa y preocupada. Sospecha que mi tiempo de penitencia está a punto de terminar. Angustiada y angurrienta ha enviado a sus espías para ver a la causante de mis profundos anhelos de felicidad. Una de ellas, la más pequeña y curiosa, se quedó a mi lado para ver el resultado de mis evocaciones. En cada faena poética se sienta en mis hombros y observa que, para escribir, primero me quedo contemplando por varios minutos: una virtual fotografía que contiene el rostro más bello que se ha podido descubrir en los renglones de mi poesía. En ella, hay una mujer muy bonita que usa unos lentecitos preciosos. Su sonrisa, ¡ay, su sonrisa!, ¡qué bonita se le ve sonriendo! Tiene una divina expresión que me ha hecho soñar maravillas y colores que me llevaron directo al recital de la madre y poetisa Luna. Y su vestido rojo, ¡qué bonito le queda y es envidiada por todas las rosas coquetas!

La pequeña espía, olvidando su misión, fue corriendo a buscar a sus hermanas. Tenía miedo de que ellas no le creyeran. —¡Vamos! ¡Vamos, hermanas! —les decía jalándolas hacia mis hombros.  —¡Miren, hermanas! ¡Qué bonita es! ¿Creen que sea la reencarnación carmesí del amor?

Todas espías de la soledad, incluso yo, que estaba totalmente embobado, nos quedamos mirando eternos esa deliciosa fotografía. La vimos tan bonita y suspiramos. ¡Ay, suspiramos! Suspiramos tanto que de mi pecho brotaron las más hermosas palabras que volaron con el viento rumbo a la casa de la preciosa musa de los lentecitos. ¿Y la soledad? Bueno, sus hijas ya le dirán que vaya empacando sus pertenencias porque a mi corazón, llegará radiante (talvez con ese vestido carmesí) la protagonista de mi ambarina historia de amor.

 IMAGEN/CORTESÍA@PINTEREST

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