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LIC. MICHEL BARDALES GARCÍA - Especialidad de Lengua y Literatura - Profesor del Área de Comunicación. Poeta, escritor y maestro difusor de la Literatura Amazónica. - Correos: setilx@hotmail.com / arpaganus@gmail.com

domingo

MUÑEQUITA DE PAPEL

 

“MUÑEQUITA DE PAPEL”

(De Michel Bardales García)

 

Luego de una galante función de remembranzas,

di un último abrazo a mi cajita de sueños

que portaba los momentos más gratos de mi vida.

 

Eran de los días soleados y de cuando mi voz tenía el poder de vencer a dragones

y a los engendros destructores del amor.

 

Muchas de mis historias las escribí mientras observaba esa cajita;

sabía que dentro de ella habitaba un recuerdo con ojos tiernos

y labios que me buscaban a pesar del tiempo.

Parecía ser mi modelo mientras daba forma a mis historias de musas y poetas.

 

Por eso sentía un ciclópeo y torrencial vacío cuando volvía a cerrar esa cajita de cartón.

 

Por un momento, al abrir ese minúsculo almacén de recuerdos,

regresaba a mí, ese extraviado sendero con la promesa de mi olvidaba felicidad.

Es en ese espacio pequeño que guardaba todas mis promesas

y declaraciones pretenciosas de un: “NUNCA TE OLVIDARÉ”.

 

Y en mi último suspiro de remembranzas,

ya resignado a regresarlo a su lugar,

sentí una pequeña mano que con su propio lenguaje

me decía que aún no era el momento de ponerle fin a esa historia.

 

Extendí mis ojos a lo irreal y  me sorprendí al ver que una de esas promesas cobraba vida.

Era la guardiana de las cartas que una musa prematura

me había escrito prometiendo y capturando en ellas su eterno amor.

 

Ante mi presencia estaba una muñequita hecha de papel;

creada para recordarme que el verdadero amor existe a través del tiempo y la distancia.

Era como una imagen suya que fue congelada en el tiempo.

 

—¿Me olvidaste? —Preguntó la muñequita

mientras abrazaba amorosamente a ese intrépido dedo

que se había atrevido a caminar sobre sus labios.

 

—Mi poeta, no olvides que ambos hicieron dos muñecos

que  intercambiaron introduciendo en ellos un fragmento

de sus sueños y dos suspiros de su corazón.

 

Mi emoción creció de pronto

recordando ese intercambio de promesas.

 

Recuerdo, que yo hice un muñequito que representaba mi gusto por el arte.

Y siendo muy importante y querido por mí,

decidí dársela para que lo cuide por siempre porque en ese entonces ambos estábamos comenzando a construir nuestras cajitas de sueños.

 

El mío era un mimo callado y solitario

y el de ella era una musita tierna  que sabía creer en las ficciones.

Yo debía contarle mis historias

y ella debía enseñarle a pronunciar la palabra “AMOR”.

 

—¿Me olvidaste? —Volvió a preguntar la muñequita.

 

—Hace mucho que ya no abres tu cajita de sueños.

Hemos estado esperando tu regreso para que nos des vida

y nos cuentes más de tus historias.

 

En ese momento, vi una lágrima contonearse en sus pequeños ojitos.

Debido a eso,  la armadura que mordía mi  alma se rompió en millones de fragmentos

y nuevamente me sentí el poeta

que con lágrimas en su alma le ofreció un abrazo tierno

mientras buscaba acomodar sus delicados cabellos de papel.

 

Se acurrucó en mi pecho

y me expresó susurrante lo mucho que extrañaba mi presencia

en ese mundo que había creado con la poesía.

 

—¿Me olvidaste? —preguntó nuevamente dándome un tierno beso.

 

—Cuando tú duermes yo salgo de esta prisión

y me contento con verte dormir y pronunciar mi nombre

en esos sueños que delatan que aún piensas en mí;

pero seguiste tu vida buscando tercamente un nuevo amor en la realidad.

 

Sé de tus secretos, pero no te preocupes;

no le contaré nada porque yo soy tu confidente

y testigo de tus buenas intenciones

y de tus maldades hacia el amor. Lo sé todo.

 

Solo te pido que no me olvides,

recuerda que solo tendré vida mientras

que aún puedas creer en las quimeras.

 

¡No me olvides!

 

Te prometo que yo velaré tus sueños

y te cuidaré todas las noches.

Escucharé encandilada todas tus historias

y nunca me cansaré de verte sonreír

cuando recuerdes las líneas de aquella promesa de amor.

 

¿Me olvidarás?

¿Me volverás a sumergir entre esas cartas?

No lo hagas por favor,

soy el último recuerdo vivo de esos días en el que eras un versista

vencedor de esos dragones lastimeros que no creen en el amor.

 

¡Por favor! ¡Por favor! (Llorosa y tierna)

 

Quiero estar a tu lado en tu mesita

donde podré ser amiga de tu lápiz creador de historias.

Ya nos conocimos y nos llevamos muy bien.

 

¿Lo harás?

¿Me dejarás estar a tu lado?

 

La muñequita mostró toda su ternura

tratando de llegar al lugar donde se sentencian las decisiones de mi corazón.

 

Suspiré fuertemente

y le di un abrazo como esos que se dan en las despedidas.

Así deben ser los últimos abrazos

para recodarlos por siempre luego del “adiós”… de ese triste adiós.

 

“Mírame muñequita, si estás viva es porque aún sigo soñando

y  creyendo en lo irreal.

Aún soy poeta y con mi lápiz aprendiz doy vida

a los anhelos que tienen los corazones.

 

Mira esa cajita, ya está cerrada porque ese no era tu lugar.

Desde ahora estarás a mi lado para no solo cuidarme mientras duermo,

sino para ser la primera espectadora de todas las historias

que seguiré escribiendo porque tú me has devuelto el alma

que me hacía falta para ser un poeta creador”.

 

Juntos guardamos la cajita

y nos sentamos para ver la noche

y contemplar esas estrellas

que también sabían y eran espectadoras de nuestro amor.


Dedicado a la Princesita de Agosto.