NOCHE DE PLENILLUVIA

De Michel Bardales García

Luego de esa hermosa noche en la que paseamos en medio de la lluvia, aún siento tu amoroso abrazo buscando el calor de mi cuerpo que también buscaba tu calidez. No nos importó el aguacero y recorrimos buscando un lugar apropiado para declararnos nuestro amor. Llegamos a una pequeña y oscura vereda y ahí nos abrazamos y sonreímos porque sabíamos que era nuestra primera aventura luego de habernos negado por mucho tiempo vivir ese sentimiento que ocultábamos como una supuesta amistad.

Ahí estábamos juntos y ocultos de todos los que no aceptaban nuestra historia. Siempre andábamos en grupo y buscábamos de alguna manera caminar juntos luego de aquella tarde que me otorgaste el derecho de atar mis manos a tu cintura. Te acomodabas amorosamente y yo seguía el juego y olvidamos por un momento que lo nuestro estaba en el rubro de lo prohibido.

Estaba acostumbrado a ese juego, a seguir tus contoneos y a buscar pretextos para acercarme y tomar tus manos para besarlas y mirarte como lo hacen los poetas en esas historias que ya no se escriben. En medio del jolgorio, siempre,  nosotros vivíamos otro mundo y no aceptábamos que ya vivíamos como dos tórtolos que no saben cómo declararse su amor.

Esa noche, que regresábamos de esa rutina, fuimos bendecidos por esa lluvia y nos escapamos para ponerle fin a nuestros pretextos y comenzar algo que mi lápiz aprendiz ya se moría por escribir.  Nos mirarnos casi mudos esa noche y agarrados de las manos nos acercarnos lentamente para aperturar el primer beso que nunca olvidaremos porque se dio en una pequeña aventura en ese aguacero que nos unió y nos hizo sentir la calidez de nuestro reciente amor.

Imagen: Cortesía @Pixabay