JUEGO DE MEDIA NOCHE

De Michel Bardales García

Cada semana, a media noche, la muerte N° 23 viene a verme para conversar sobre los secretos de mis nuevas historias. Mientras lo hacemos, jugamos a los dados y apostamos cosas muy importantes e irremplazables para ambos. Muchas veces he ganado y debido a ello obtuve a mi pequeño lápiz aprendiz.

Pero no siempre tuve suerte. Un 23 de setiembre perdí y se llevó el aliento de vida de mi adorada hermana que ahora vive en un diminuto planeta que está junto al asteroide del principito y su rosa.

Años más tarde, empeñado en ganarle y recuperar lo perdido, aposté mi alma y jugué utilizando todas mis artimañas para conseguir los números adecuados. Pero mi suerte cada noche se iba extinguiendo. Perdí nuevamente y la muerte se paró frente a mí para cobrarse con mi alma.

—¡Llévame a mí, muerte amada! —Gritó mi querido lápiz aprendiz— El poeta aún debe escribir la historia que le dará su inmortalidad. No le prives de ese privilegio como imaginante.

La muerte, al ver ese gesto, se conmovió y guardó su guadaña y se volvió a sentar.

—¿Somos amigos, o no? —Preguntó sirviéndose otra taza amarga de café.

Por un momento, me quedé mirándola y sabía que de todas maneras se llevaría algo mío.

—Más que mi amiga, eres mi anhelo —le respondí extendiéndole mis manos.

La muerte, viendo que ya era hora de irse a trabajar. Rozó mis manos con las suyas y se llevó la salud de mis entes creadoras. Por eso, desde esa noche, mis manos ahora son temblorosas y torpes. Perdieron su agilidad y ya no puedo crear el arte que tanto me apasionaba. Y temo, que muy pronto, ya no podré sostener en mi mano a mi fiel amigo y confidente: mi lápiz aprendiz.

(Imagen de Mystic Art Design en Pixabay)