"ASÍ COMENZÓ NUESTRA HISTORIA"

Michel Bardales García

 No sé en qué momento recuperé mi felicidad. No nos vemos constantemente pero el poco tiempo que pasas conmigo es único y grandioso. Recuerdo que comenzamos a conversar por los coloridos detalles que yo hacía. Te mencioné que uno de ellos estaba exclusivamente hecho para ti. Al principio dudaste y pensaste que me había equivocado de persona. Yo ya sabía quién eras porque ya me había percatado de tu forma de mirarme. Te comenté alguna vez: que los ojos dicen mucho y a mí me dijeron que yo te gustaba y querías que me detuviera frente a ti para invitarte a mi florida poesía.

De broma en broma, de coqueteo en coqueteo me preguntaste si me podías visitar. Yo acepté emocionado y atrevidamente te pedí un beso. “Puede ser”, dijiste. Y acordamos vernos en una hermosa tarde que significó la expulsión de mi soledad.

Cuando llegó el día pactado, te esperé con una emoción que no sentía desde hace mucho tiempo. Llegaste con esa sonrisa que poco a poco se estaba convirtiendo en mi adoración. Qué linda estabas en esa tarde. Me senté en la hamaca y tú te sentaste frente a mí, pero no me mirabas a los ojos porque pude notar que me tenías vergüenza.

—¿Y mi beso? —Te pregunté de la manera más galante que pude. Solo sonreíste y seguiste hablando. —¿Y mi beso? —Te volví a preguntar y solo seguías hablando. —¿Y mi beso? —Seguí insistiendo y solo sonreías sin mirarme. —¿Y mi beso? —Insistí muchas veces hasta que aceptaste mi propuesta con una coqueta forma de mirar. Me acerqué a ti y te di un beso tierno. Nuestro primer beso en esta historia que recién estoy comenzando a escribir. Luego, ese beso siguió creciendo y lo adornamos con abrazos. Fue tan intenso que mis labios comenzaron a explorar tu piel. Fui tan aventurero que fui conquistando partes prohibidas de tu cuerpo: desde tus mejillas hasta tus pechos que me esperaban desnudos y suplicantes de mis caricias. Luego nos acostamos en la hamaca y continuamos con esa batalla de nuestros labios, pero ya nuestras manos se debatían en la exploración de nuestros misterios. ¿Qué pasó luego? Nos miramos por un momento y comprendimos que lo habíamos esperado toda una vida. Nos paramos y me tomaste de la mano. Respiramos profundamente y caminamos juntos a mi habitación. Cerramos la puerta, apagamos las luces y nos convertimos en un solo ser.

 IMAGEN/CORTESÍA@PINTEREST:

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