MEMORIAS DE UN MUJERIEGO CASI
CIEGO
------------------
(PRIMERA PARTE: EL TRÍO MÁS
UNO)
__________________
Luego de una noche agitada de diversión,
solía descansar en mi hamaca recordando el nombre de mis amoríos y si había
logrado aumentar mi lista de seducciones. No esperaba nada inusual en ese
momento. Por simple casualidad me levanté y salí para ver un momento la calle.
Todo estaba tranquilo, una mañana calurosa de una breve resaca dominical.
Me disponía a entrar cuando pude percatarme
que se acercaban tres siluetas que me parecían conocidas. Aparenté que limpiaba
algo hasta esperar a que pasen por mi lado. Sin duda alguna las conocía. Eran
las amigas de Erato, una dulce mujer que pretendía enamorar a mi corazón.
Puesto que alguna vez me las presentaron,
les saludé con un gesto amable a la cual respondieron entre risas mientras se
acercaban.
- ¿Aquí vives? – Preguntó una de ellas
mientras husmeaba con la mirada el interior de mi casa.
Preguntaron muchas cosas a lo que les
respondía cada vez con más confianza. Ellas regresaban de una actividad
deportiva que tenían en la universidad.
- ¡Charla seca no vale! – aventó una de
ellas una propuesta inusual y provocativa.
Todas se rieron pero daban señas que así lo
querían. No lo dudé y también hice la propuesta a lo que aceptaron y les di
dinero para comprar unas cervezas.
Entramos a mi casa y comenzó sin pensarlo
una jarana donde no necesitamos vasos para servirnos el licor. Lo hicimos
directo de las botellas, uno cada uno, entre risas y vacilones mientras el
alcohol hacía efecto en nuestras reacciones.
Calculo que tomamos como una caja y media
de cervezas, ya estábamos algo mareados y nuestras conversaciones se hacían más
picantes y atrevidas. Terminamos hablando de nuestras experiencias sexuales.
Luego de un seco y volteado, una de ellas
(la primera) se levantó algo tambaleante y me preguntó donde quedaba el baño y
si le podía acompañar. Me levanté y le indiqué por donde tenía que ir. La
primera se fue dejándome un guiño que aumentó mi calentura y la seguí.
La primera, al salir del baño me preguntó
dónde era mi cuarto. Le indiqué cual era y entró tambaleante hasta echarse en
mi cama boca abajo. La miré fijamente y los nervios me consumían, mis manos
temblaban y no sabía si unirme a esa invitación. Sonreí y salí de mi cuarto y
fui hacia donde estaban las demás.
Ambas seguían tomando y riéndose de todo,
estaban muy mareadas.
- ¿Tan rápido? – preguntó la más alta de
ellas (La segunda)
- Ella estaba queriendo, ¡Aprovecha! –
Yo sólo sonreí algo intimidado y nervioso
por lo que me decían.
Luego regresó la primera y todas se rieron.
- ¡Un seco y volteado! – agregó la que
tenía un voz picara (La tercera)
Tomamos las últimas botellas con cerveza
que teníamos, estábamos súper mareados llenos de una extraña calentura
corporal.
- ¿Y ahora? ¿Qué hacemos? Preguntó la
tercera.
- Estoy bien mareada, así no voy a regresar
a mi casa. –
La segunda se acercó a mí y me hizo un
gesto algo extraño y preguntó:
- ¿Vamos a tu cuarto?... hay que descansar
hasta que nos pase la mareadera –
Cerré mi puerta y fuimos hacia mi cuarto y
nos acomodamos mientras nos reíamos de todo.
- ¡Hay que jugar botella borracha! – dijo
la segunda.
Todas se emocionaron y cogiendo una botella
de agua mineral comenzamos a jugar. Era obvio que todos los castigos se
dirigían a mí. Yo no podía creer lo que pasaba. En la mañana estaba sólo y
tranquilo y ahora estaba en mi cuarto con tres mujeres ebrias jugando a la
botella borracha conmigo. El castigo eran besos de todo tipo y con tiempos cada
vez más largos.
El juego cada vez se hacía más monótono
pues siendo el único hombre simplemente se turnaban para besarse conmigo.
La botella giraba entre besos embriagados y
risas por lo que hacíamos en mi cuarto. Los castigos cada vez se hacían más intensos
pero repetitivos así que guiados por el licor comenzamos a aventurarnos a unos
juegos que nunca voy a olvidar.
- ¡Te toca castigo! Dijo la segunda a la
primera.
- Haber… ¡Ya!... ¡Una tocadita! –
Sentenció la segunda entre carcajadas al
que me uní tarde porque no creía lo que estaba escuchando.
La primera me miró fijamente y comenzó a besarme
y pude sentir sus manos tocando lo que en se momento le dije:
- ¡Cuidado con mi Pepe Lucho! –
Y se rieron mientras volvía girar la
botella que les ordenaba acercarse a mí para cumplir su castigo que era
ejecutado por sus manos.
Yo estaba feliz por lo que pasaba. Mucho
más cuando la segunda volvió a agregar con voz atrevida:
- ¡Que sean poses!... Pero con ropa nomas. -
La tercera, como era su turno se acercó lentamente
preguntándome la pose que quería. Lo primero que se me ocurrió fue “el
perrito”, y se colocó de tal forma que me acomodé a su postura y simulamos
tener sexo con quejidos y todo.
Así pasamos de pose en pose jugando un juego
extraño y osado hasta que se volvió nuevamente monótono y exigente de algo
nuevo.
Yo no hablaba mucho, sólo seguía el juego
disfrutándolo porque nunca había pasado esto.
Todo era una diversión pícara hasta que una
de ellas me preguntó si tenía preservativos. Me asusté por un momento y al
reaccionar yo ya estaba con unos condones en la mano.
- ¡Ponle el condón! – castigaba la segunda
a la tercera.
Abrió mi cierre y sacó al pelado y le
colocó el condón jugando y riéndose de
lo que hacía. Yo estaba pasmado pero seguía el juego.
- ¡Una metidita!- castigaba la segunda a la
primera.
Al principio se negó agregando:
- Si yo lo hago tú también…. Ok… –
Por un momento discutieron poniéndose de
acuerdo. Lo hicieron hasta que volvieron a reírse por lo que iban a hacer.
La primera me dio la espalda y bajando el
short se sentó en mis piernas moviéndose sensualmente mientras volteaba su
rostro para besarme.
Al levantarse miró a las demás diciéndoles:
- ¡Les toca a ustedes! – La segunda y la primera se miraron y se rieron
de ella.
- ¡No pasa nada! ¡Vámonos ya!... – Ambas se
levantaron y salieron del cuarto.
- ¡Puta mare oy! ¡Qué cagada son ustedes!...
–
La primera me miró fijamente diciéndome:
- ¡Ni digas nada ah!... ¡Aquí no pasó nada!
–
Salió del cuarto y fue hacia la sala donde
estaban las demás. Yo Salí luego de subirme el pantalón sin quitarme el condón.
Todas estaban riéndose. Se burlaban de la primera pero ella no se molestaba. Al
contrario era la que más se reía.
Yo estaba embobado por lo que había pasado,
esperaba continuar el juego. Pero la segunda se acerco a mí y me susurró al
oído que luego lo haría con ella.
- ¡Vámonos ya! - Agregó la tercera.
Alistaron sus cosas y de una en una se
despidieron de mí besándome y tocándome el pelado que aun no se quería dormir
ni a resignarse de que ya nada iba a
pasar.
Así salieron de mi casa. Tal como llegaron.
Riéndose de la vida y sin estragos sentimentales. Se fueron dejándome con una
anécdota singular. Una que hasta hoy recuerdo. No sé si lo estoy contando cómo
pasó realmente. Pero sé que sucedió. En algún momento. En alguna mañana que fue
testigo del sueño más erótico que he tenido y que se volvió realidad.
(SETIL DE BARGAM)