Mi foto
LIC. MICHEL BARDALES GARCÍA - Especialidad de Lengua y Literatura - Profesor del Área de Comunicación. Poeta, escritor y maestro difusor de la Literatura Amazónica. - Correos: setilx@hotmail.com / arpaganus@gmail.com

jueves

MEMORIAS DE UN MUJERIEGO CASI CIEGO (PARTE 1)

MEMORIAS DE UN MUJERIEGO CASI CIEGO
------------------
(PRIMERA PARTE: EL TRÍO MÁS UNO)
__________________

Luego de una noche agitada de diversión, solía descansar en mi hamaca recordando el nombre de mis amoríos y si había logrado aumentar mi lista de seducciones. No esperaba nada inusual en ese momento. Por simple casualidad me levanté y salí para ver un momento la calle. Todo estaba tranquilo, una mañana calurosa de una breve resaca dominical.

Me disponía a entrar cuando pude percatarme que se acercaban tres siluetas que me parecían conocidas. Aparenté que limpiaba algo hasta esperar a que pasen por mi lado. Sin duda alguna las conocía. Eran las amigas de Erato, una dulce mujer que pretendía enamorar a mi corazón.

Puesto que alguna vez me las presentaron, les saludé con un gesto amable a la cual respondieron entre risas mientras se acercaban.
- ¿Aquí vives? – Preguntó una de ellas mientras husmeaba con la mirada el interior de mi casa.
Preguntaron muchas cosas a lo que les respondía cada vez con más confianza. Ellas regresaban de una actividad deportiva que tenían en la universidad.

- ¡Charla seca no vale! – aventó una de ellas una propuesta inusual y provocativa.  
Todas se rieron pero daban señas que así lo querían. No lo dudé y también hice la propuesta a lo que aceptaron y les di dinero para comprar unas cervezas.  

Entramos a mi casa y comenzó sin pensarlo una jarana donde no necesitamos vasos para servirnos el licor. Lo hicimos directo de las botellas, uno cada uno, entre risas y vacilones mientras el alcohol hacía efecto en nuestras reacciones.

Calculo que tomamos como una caja y media de cervezas, ya estábamos algo mareados y nuestras conversaciones se hacían más picantes y atrevidas. Terminamos hablando de nuestras experiencias sexuales.

Luego de un seco y volteado, una de ellas (la primera) se levantó algo tambaleante y me preguntó donde quedaba el baño y si le podía acompañar. Me levanté y le indiqué por donde tenía que ir. La primera se fue dejándome un guiño que aumentó mi calentura y la seguí.  

La primera, al salir del baño me preguntó dónde era mi cuarto. Le indiqué cual era y entró tambaleante hasta echarse en mi cama boca abajo. La miré fijamente y los nervios me consumían, mis manos temblaban y no sabía si unirme a esa invitación. Sonreí y salí de mi cuarto y fui hacia donde estaban las demás.  

Ambas seguían tomando y riéndose de todo, estaban muy mareadas.  
- ¿Tan rápido? – preguntó la más alta de ellas (La segunda)
- Ella estaba queriendo, ¡Aprovecha! –  
Yo sólo sonreí algo intimidado y nervioso por lo que me decían.  

Luego regresó la primera y todas se rieron.  
- ¡Un seco y volteado! – agregó la que tenía un voz picara (La tercera)  
Tomamos las últimas botellas con cerveza que teníamos, estábamos súper mareados llenos de una extraña calentura corporal.  

- ¿Y ahora? ¿Qué hacemos? Preguntó la tercera.
- Estoy bien mareada, así no voy a regresar a mi casa. –

La segunda se acercó a mí y me hizo un gesto algo extraño y preguntó:
- ¿Vamos a tu cuarto?... hay que descansar hasta que nos pase la mareadera  –  

Cerré mi puerta y fuimos hacia mi cuarto y nos acomodamos mientras nos reíamos de todo.

- ¡Hay que jugar botella borracha! – dijo la segunda.

Todas se emocionaron y cogiendo una botella de agua mineral comenzamos a jugar. Era obvio que todos los castigos se dirigían a mí. Yo no podía creer lo que pasaba. En la mañana estaba sólo y tranquilo y ahora estaba en mi cuarto con tres mujeres ebrias jugando a la botella borracha conmigo. El castigo eran besos de todo tipo y con tiempos cada vez más largos.

El juego cada vez se hacía más monótono pues siendo el único hombre simplemente se turnaban para besarse conmigo.  

La botella giraba entre besos embriagados y risas por lo que hacíamos en mi cuarto. Los castigos cada vez se hacían más intensos pero repetitivos así que guiados por el licor comenzamos a aventurarnos a unos juegos que nunca voy a olvidar.

- ¡Te toca castigo! Dijo la segunda a la primera.  
- Haber… ¡Ya!... ¡Una tocadita! –  
Sentenció la segunda entre carcajadas al que me uní tarde porque no creía lo que estaba escuchando.  
La  primera me miró fijamente y comenzó a besarme y pude sentir sus manos tocando lo que en se momento le dije:  
- ¡Cuidado con mi Pepe Lucho! –  
Y se rieron mientras volvía girar la botella que les ordenaba acercarse a mí para cumplir su castigo que era ejecutado por sus manos.

Yo estaba feliz por lo que pasaba. Mucho más cuando la segunda volvió a agregar con voz atrevida:
- ¡Que sean poses!...  Pero con ropa nomas. -

La tercera, como era su turno se acercó lentamente preguntándome la pose que quería. Lo primero que se me ocurrió fue “el perrito”, y se colocó de tal forma que me acomodé a su postura y simulamos tener sexo con quejidos y todo.
Así  pasamos de pose en pose jugando un juego extraño y osado hasta que se volvió nuevamente monótono y exigente de algo nuevo.
Yo no hablaba mucho, sólo seguía el juego disfrutándolo porque nunca había pasado esto.

Todo era una diversión pícara hasta que una de ellas me preguntó si tenía preservativos. Me asusté por un momento y al reaccionar yo ya estaba con unos condones en la mano.  

- ¡Ponle el condón! – castigaba la segunda a la tercera.

Abrió mi cierre y sacó al pelado y le colocó el condón  jugando y riéndose de lo que hacía. Yo estaba pasmado pero seguía el juego.

- ¡Una metidita!- castigaba la segunda a la primera.  
Al principio se negó agregando:
- Si yo lo hago tú también…. Ok… –  
Por un momento discutieron poniéndose de acuerdo. Lo hicieron hasta que volvieron a reírse por lo que iban a hacer.

La primera me dio la espalda y bajando el short se sentó en mis piernas moviéndose sensualmente mientras volteaba su rostro para besarme.
Al levantarse miró a las demás diciéndoles:
- ¡Les toca a ustedes! –  La segunda y la primera se miraron y se rieron de ella.

- ¡No pasa nada! ¡Vámonos ya!... – Ambas se levantaron y salieron del cuarto.

- ¡Puta mare oy! ¡Qué cagada son ustedes!... –  

La primera me miró fijamente diciéndome:  
- ¡Ni digas nada ah!... ¡Aquí no pasó nada! –  

Salió del cuarto y fue hacia la sala donde estaban las demás. Yo Salí luego de subirme el pantalón sin quitarme el condón. Todas estaban riéndose. Se burlaban de la primera pero ella no se molestaba. Al contrario era la que más se reía.

Yo estaba embobado por lo que había pasado, esperaba continuar el juego. Pero la segunda se acerco a mí y me susurró al oído que luego lo haría con ella.

- ¡Vámonos ya! - Agregó la tercera.

Alistaron sus cosas y de una en una se despidieron de mí besándome y tocándome el pelado que aun no se quería dormir ni  a resignarse de que ya nada iba a pasar.

Así salieron de mi casa. Tal como llegaron. Riéndose de la vida y sin estragos sentimentales. Se fueron dejándome con una anécdota singular. Una que hasta hoy recuerdo. No sé si lo estoy contando cómo pasó realmente. Pero sé que sucedió. En algún momento. En alguna mañana que fue testigo del sueño más erótico que he tenido y  que se volvió realidad.       

(SETIL DE BARGAM)