LA MISIÓN DE LAS CARTAS VIAJERAS

De Michel Bardales García

 Al terminar de escribir la última de mis versadas cartas de amor, expliqué a todas las palabras que estaban dentro de ellas que debían comportarse de la manera más amorosa posible para que puedan conquistar el corazón de nuestra amada mariposa azul.

—Tú —le dije a un pequeño verbo—, serás el encargado de mostrarle que todo este detalle lo hice con la intención de que su sonrisa sople en mis espejos y los desvanezca para dejarme en libertad. De esa manera podré ir a su morada y demostrarle que sí podemos construir una historia de amor.

—Y tú —le dije a un galante adjetivo—, serás el encargado de mostrarle y hacerle entender que posee hermosos atributos que adornan su mirada que es la motivación de nuestros versos.

—Y ustedes mis niños y niñas—les dije a los traviesos sustantivos y a otras palabras—, se encargarán de bailar en sus labios y harán que nuestra musa de los girasoles suspire con cada una de ustedes para que su corazón pierda el miedo y permita llenarse de nuevo con ese amor que ha nacido dentro y fuera de esta florida poesía.

¡Vayan mis hijas!

¡Vuelen dominando a los cuatro vientos!

¡Derroten al violento Bóreas!

¡Conduzcan los vientos de Noto!

¡Refresquen los soplos de Euro!

¡Endulcen y canten melodías a Céfiro!

Vayan mis niñas, vayan que yo estaré aquí esperando su abrazadora respuesta a este fervoroso amor que ya no tengo miedo expresar.

(Imagen de press 👍 and ⭐ en Pixabay)