EVOCACIÓN DE LA MUSA DEL SOL

Michel Bardales García

Cuando pensé que ya no habría una musa para inspirarme, tomé mi libro de ficciones y lo guardé en una pequeña nube que fue el obsequio de mi viejo amigo, el pozo fabricante de sueños. En sus fauces, lancé muchas monedas viajeras pidiendo que la historia de mi vida se rodee de una mirada que me mantenga seducido en las palmas de la felicidad.

Pero llegó un tiempo, en el que las monedas se me acabaron y ya no pude pedir más versos que adornen mi vida. Mi mundo entero había caído de nuevo en la desidia y me quedé sin nada de inspiración. Por ello me rendí y le fallé a mi pequeño lápiz aprendiz que fue testigo de cómo se marchitó mi corazón.

Pero algo en mí, en mi último suspiro, hizo que rebuscara en el almacén de mis poemas y encontré a uno que fue el producto de la más intensa de mis inspiraciones. Por un momento, regresó a mis manos ese brillo que antes me acompañaba cuando era el caminante Poeta del Sol.

Respiré profundo y evoqué mis recuerdos y vi a esa musa que se había perdido en el tiempo y que gracias a este poema, ella sintió que mi corazón la llamaba y se apareció ante mi verso para decirme que nunca me había olvidado y que aún se sentía con el derecho de ser la hermosa musa del sol.

En ese instante, volví a sacar mi libro de ficciones y noté que sus páginas saltaban de emoción. Hasta mi lápiz aprendiz se inquietó al ver que la musa seguía siendo tan bella como en aquellos días en el que sus besos eran la ambición prohibida de mi corazón.

—¿Quién lo hubiera pensado? —le dije a mi fiel compañero—. Cuando mi corazón se desvanecía por el dolor del desamor, mi bella musa principal se apareció de nuevo para decirme que aún puedo seguir siendo ese poeta que le canta a la luna en ese recital donde lo más importante es seguir creyendo en el amor.

(De Poemas “S”… A la Musa del Sol)

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