EL ASESINO DE LA PRINCESA DEL PISO DOS

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“EL ASESINO DE LA PRINCESA DEL PISO DOS”

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¡Segundo piso!

Era al segundo piso que su mirada edificó como altar.

¡Poeta errante!

Poeta sin rumbo que encontró al fin un alivió

a sus pies casi marchitados.

Cada día, por un segundo, por un color, por una mirada;

se detenía el imaginante en su retorno de las faldas de la luna.

¡Un instante!

¡Solo un semáforo en rojo!

Por un breve azote de aire,

podía dibujar su mirada para encontrarla

aún muy virgen y estampada en su torpe y joven balcón.

¡Se detuvo una!

¡Se detuvo dos!

¡Mil veces se detuvo!

Y en la mil uno, la princesa del piso dos,

ya había hecho suya la mirada de aquel pasante

que le dio su nombre con tan solo un guiño

y una mirada casi tímida pero atrevida.

- ¡Ven princesa!-

Parecía decir su mirada.

- ¡Ven tú! –

Gritaba la princesa en silencio

mientras se volvía enemiga de la luz en verde.

Ambos ya tramaban una escena con el tiempo.

Se decían ambos esperando una luz roja eterna:

- ¿Y si voy yo?, ¿Será mía esa mirada? –

Pero qué importaba.

¡Ahí estaban ambos!

¡Errante y princesa!

Y el tiempo detuvo los relojes y colores.

¿Quién avanzó hasta la primera línea?

Solo se cuenta que se pararon uno frente al otro,

presentándose entre miradas.

Conociéndose entre secretos

y besos arrancados página por página.

¡Ella!

Mirada tierna y virgen que se emocionaba

en cuerpo y alma con tal historia.

¡Él!

Mirada seductora que sacó un viejo lápiz

y escribió en un cuadernito de color miel:

- ¡Víctima número treinta y tres! -

Conoció su cuerpo, expulsó su pureza,

¡Investigó todos sus rincones!

 y no dejó nada para otra historia.

¿Y la princesa?

Solo se sabe de un balcón torpe

que ya no deja que nadie se asome a ver por él.

                                                            (SETIL DE BARGAM)