“MUÑEQUITA DE PAPEL”
(De Michel
Bardales García)
Luego de una
galante función de remembranzas,
di un último
abrazo a mi cajita de sueños
que portaba los
momentos más gratos de mi vida.
Eran de los días
soleados y de cuando mi voz tenía el poder de vencer a dragones
y a los engendros
destructores del amor.
Muchas de mis
historias las escribí mientras observaba esa cajita;
sabía que dentro
de ella habitaba un recuerdo con ojos tiernos
y labios que me
buscaban a pesar del tiempo.
Parecía ser mi modelo
mientras daba forma a mis historias de musas y poetas.
Por eso sentía un ciclópeo
y torrencial vacío cuando volvía a cerrar esa cajita de cartón.
Por un momento, al
abrir ese minúsculo almacén de recuerdos,
regresaba a mí,
ese extraviado sendero con la promesa de mi olvidaba felicidad.
Es en ese espacio
pequeño que guardaba todas mis promesas
y declaraciones pretenciosas
de un: “NUNCA TE OLVIDARÉ”.
Y en mi último
suspiro de remembranzas,
ya resignado a
regresarlo a su lugar,
sentí una pequeña
mano que con su propio lenguaje
me decía que aún
no era el momento de ponerle fin a esa historia.
Extendí mis ojos a
lo irreal y me sorprendí al ver que una
de esas promesas cobraba vida.
Era la guardiana
de las cartas que una musa prematura
me había escrito
prometiendo y capturando en ellas su eterno amor.
Ante mi presencia
estaba una muñequita hecha de papel;
creada para
recordarme que el verdadero amor existe a través del tiempo y la distancia.
Era como una
imagen suya que fue congelada en el tiempo.
—¿Me olvidaste?
—Preguntó la muñequita
mientras abrazaba
amorosamente a ese intrépido dedo
que se había
atrevido a caminar sobre sus labios.
—Mi poeta, no
olvides que ambos hicieron dos muñecos
que intercambiaron introduciendo en ellos un fragmento
de sus sueños y
dos suspiros de su corazón.
Mi emoción creció
de pronto
recordando ese
intercambio de promesas.
Recuerdo, que yo
hice un muñequito que representaba mi gusto por el arte.
Y siendo muy
importante y querido por mí,
decidí dársela
para que lo cuide por siempre porque en ese entonces ambos estábamos comenzando
a construir nuestras cajitas de sueños.
El mío era un mimo
callado y solitario
y el de ella era
una musita tierna que sabía creer en las
ficciones.
Yo debía contarle
mis historias
y ella debía
enseñarle a pronunciar la palabra “AMOR”.
—¿Me olvidaste?
—Volvió a preguntar la muñequita.
—Hace mucho que ya
no abres tu cajita de sueños.
Hemos estado
esperando tu regreso para que nos des vida
y nos cuentes más
de tus historias.
En ese momento, vi
una lágrima contonearse en sus pequeños ojitos.
Debido a eso, la armadura que mordía mi alma se rompió en millones de fragmentos
y nuevamente me
sentí el poeta
que con lágrimas en
su alma le ofreció un abrazo tierno
mientras buscaba
acomodar sus delicados cabellos de papel.
Se acurrucó en mi
pecho
y me expresó
susurrante lo mucho que extrañaba mi presencia
en ese mundo que
había creado con la poesía.
—¿Me olvidaste?
—preguntó nuevamente dándome un tierno beso.
—Cuando tú duermes
yo salgo de esta prisión
y me contento con
verte dormir y pronunciar mi nombre
en esos sueños que
delatan que aún piensas en mí;
pero seguiste tu
vida buscando tercamente un nuevo amor en la realidad.
Sé de tus
secretos, pero no te preocupes;
no le contaré nada
porque yo soy tu confidente
y testigo de tus
buenas intenciones
y de tus maldades
hacia el amor. Lo sé todo.
Solo te pido que
no me olvides,
recuerda que solo
tendré vida mientras
que aún puedas
creer en las quimeras.
¡No me olvides!
Te prometo que yo velaré
tus sueños
y te cuidaré todas
las noches.
Escucharé
encandilada todas tus historias
y nunca me cansaré
de verte sonreír
cuando recuerdes
las líneas de aquella promesa de amor.
¿Me olvidarás?
¿Me volverás a sumergir entre esas cartas?
No lo hagas por
favor,
soy el último
recuerdo vivo de esos días en el que eras un versista
vencedor de esos dragones
lastimeros que no creen en el amor.
¡Por favor! ¡Por favor! (Llorosa y tierna)
Quiero estar a tu
lado en tu mesita
donde podré ser
amiga de tu lápiz creador de historias.
Ya nos conocimos y
nos llevamos muy bien.
¿Lo harás?
¿Me dejarás estar
a tu lado?
La muñequita
mostró toda su ternura
tratando de llegar
al lugar donde se sentencian las decisiones de mi corazón.
Suspiré
fuertemente
y le di un abrazo
como esos que se dan en las despedidas.
Así deben ser los
últimos abrazos
para recodarlos
por siempre luego del “adiós”… de ese triste adiós.
“Mírame muñequita,
si estás viva es porque aún sigo soñando
y creyendo en lo irreal.
Aún soy poeta y
con mi lápiz aprendiz doy vida
a los anhelos que
tienen los corazones.
Mira esa cajita,
ya está cerrada porque ese no era tu lugar.
Desde ahora
estarás a mi lado para no solo cuidarme mientras duermo,
sino para ser la
primera espectadora de todas las historias
que seguiré
escribiendo porque tú me has devuelto el alma
que me hacía falta
para ser un poeta creador”.
Juntos guardamos
la cajita
y nos sentamos
para ver la noche
y contemplar esas
estrellas
que también sabían
y eran espectadoras de nuestro amor.
Dedicado a la Princesita de Agosto.