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LIC. MICHEL BARDALES GARCÍA - Especialidad de Lengua y Literatura - Profesor del Área de Comunicación. Poeta, escritor y maestro difusor de la Literatura Amazónica. - Correos: setilx@hotmail.com / arpaganus@gmail.com

domingo

LA CAJITA DE LOS SUEÑOS PERDIDOS

LA CAJITA DE LOS SUEÑOS PERDIDOS

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Dibujando figuras en las nubes,
el antiguo escribidor de sueños
trataba de recordar la forma y los colores
de aquel castillo que una vez edificó en una nube
para salvar a una princesita del acoso
de tres dragones que le prohibían soñar.

Habían pasado muchos años
y casi ya no recordaba su rostro bañado por esas tardes de sol
que disfrutaban juntos en aquellos días
donde se escribía la historia del poeta
y de la princesita que aprendió a sonreír en el mes de agosto.

Llevaba consigo una cajita de zapatos,
muy empolvada y arañada por las lamidas secas del tiempo
que de nuevo volvía para burlarse de sus promesas de amor.

Suspiró como quien entra a un portal de recuerdos.
Abrió la cajita y como mariposas salieron volando de ella
muchas cartas portadoras de promesas y de sueños
que extrañaban ser leías y representadas por dos seres
que se amaban más allá de la realidad.

El poeta observaba como esas cartas volaban de un lugar a otro,
cantando la canción de la princesa que se apareció en su vida
para ser rescatada y vivir un sueño en un castillo
construido en una nube escogida por ella.
Contempló sonriente esos espejismos que le tocaban el alma;
los respiraba a veces para sentir el débil aroma que aun había en esas cartas.

De una en una se acercaban a su rostro
y con un ligero beso se presentaban
y le recordaban los bellos momentos que vivió con ella.

Le mostraron el día en que preguntó su nombre
que lo escribió desde el primer día en su corazón.

También vio imágenes de cómo llegó a conquistarla
y sonrió con la carta que llevaba en su cuerpo
la historia de ese dedo metiche

que fue testigo de su primer beso que se dieron
cuando aún era prisionera de esos dragones
que fueron derrotados con un beso que se dieron en medio de sus colmillos.

El momento era indicado para una llamada a sus sentidos
y decirle: “te extraño”, “te quiero”;
pero ya el tiempo había borrado sus huellas
y no había forma para enviarle sus palabras.

Dio un último suspiro y llorando extendió su caja
y los sueños que revoloteaban con libertad
regresaron a su nido para dormir de nuevo
hasta llegada de un oportuno momento en el tiempo
donde el poeta vuelva a recordar a esa princesa
que aprendió a soñar en ese castillo
que fue testigo de ese amor que salió de los límites de lo real.

El poeta abrazó la caja con ternura,
cerró los ojos por un momento, y al abrirlos,
una muñequita con voz dulce cogió sus manos
y anunció el comienzo de una nueva historia.

(A LA PRINCESITA DE AGOSTO)
SETIL DE BARGAM