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LIC. MICHEL BARDALES GARCÍA - Especialidad de Lengua y Literatura - Profesor del Área de Comunicación. Poeta, escritor y maestro difusor de la Literatura Amazónica. - Correos: setilx@hotmail.com / arpaganus@gmail.com

jueves

UNA PROMESA EN EL TIEMPO

de Michel Bardales García

Luego de representar varios de nuestros sueños en el recital de la luna, nos detuvimos frente a un enorme reloj de piedra. En su cuerpo observamos las profecías de nuestro romance y aparentemente todo era como en esas historias que tienen de portada los colores del arco iris. Pero en medio de la escultura, había un hermoso medallón que en una historia venidera sería otorgada a la musa profetizada del tiempo.

Al verlo, me sedujo la impaciencia y no esperé a esas páginas futuras y quise entregársela antes de llegar al clímax de nuestra historia. Extendí mis manos para tomar el medallón y caminé hacia la musa para ponérselo como una ofrenda a su belleza. Pero antes de eso, me detuve. —¿Qué habrá dentro de ella? —me pregunté consumido por mi curiosidad. Lo observé con detenimiento y me atreví a abrirlo sin pensar en las consecuencias.

[…]

Luego de abrir el medallón del tiempo,
el espíritu de mi abuelo salió del aquel reloj tatuado
para decirme que el dios del tiempo estaba enojado
y en castigo soplaría nuestras páginas hasta convertirlas en simple polvo esparcido en el viento.

Pero antes de cumplirse esa sentencia, dejó parte de su aliento dentro de mi lápiz aprendiz 
y arrancó una de nuestras páginas para escribir en ella una temblorosa alternativa.
Por eso, cogiéndome de un brazo me mostró el camino que debía seguir.

Todo se destruiría por culpa mía y debíamos huir de ese capítulo inesperado.

Ambos, en ese momento, cegados por el temor que abrazó a nuestros corazones, 
corrimos en direcciones opuestas y terminamos en páginas diferentes. 
Debido a eso, mi lápiz aprendiz tuvo que escribir dos historias 
que se unirían en el descuido de algún distraído lector. 

Yo, el Poeta Sol, fui por el camino que me indicó mi abuelo 
y logré llegar al final de una página donde pude ver a mi musa 
caminando en el borde del siguiente capítulo que estaba a punto de nacer. 

A su lado iba su hermano,
que seguramente había sido invocado por el corazón de mi musa 
que lo nombraba en muchos de los ecos que hacían sus lágrimas 
al caer en las huellas de sus pisadas.

[…]

Al estar lejos del medallón,
escuchamos una fuerte explosión
y con ello se desató una tremolante ventisca
que comenzó a devastar todos los espacios escritos y vacíos de nuestro libro.

Advirtiendo aquel peligro, intenté cubrirla y protegerla.
Pero ella, se negó asumiendo que nada le iba a pasar.
Rechazó mi ayuda y corrió para no ser abrigada 
con un manto de tinta indeleble que en ese momento
el espíritu de mi abuelo me había otorgado.

En el instante que ella se apartaba de mi lado,
escuchamos nuevamente otra intensa explosión.
Pero esta vez, pude sentir que hacia nosotros se aproximaba
una onda de energía de múltiples colores que nos atravesó a los tres.

Mi delicada poesía regresó a mi lado asustada por lo sucedido
y seguimos nuestro rumbo lo más rápido que pudimos.

Nuestros pasos, debido a que mi lápiz aprendiz se había agotado,
nos llevaron a una página en donde solo había garabatos 
que el tiempo hizo para jugar con nosotros
en una de sus soporíferas travesuras.

Mi adorada musa, se detuvo al darse cuenta de que a un costado del camino,
estaban retratados muchos de los fragmentos de su pasado.

La vi emocionarse al notar que en una de ellas había una puerta que la esperaba.
Era de una antigua casa que le ofrecía vivir
cada detalle que ella vivió en los veranos e inviernos de su alma.

Su hermano hizo lo mismo,
vio que a un costado estaban sus amigos
y fue hacia ellos para olvidarse de que el tiempo se nos venía encima.

Mi musa nacida del mes de agosto, entró a su casa y luego salió sonriendo
para mostrarme los melosos instantes de su vida
que retrataban los retazos de su felicidad.

Por amor a lo que ella representaba en mi vida,
me quedé a esperarla a pesar de ver
que a lo lejos ese enorme tornado del tiempo
se acercaba arrasando todo a su paso.


Al ver que mi fatigado lápiz se unía a nosotros, entendí que ya era inútil correr.
Solo importaba presenciar cada detalle de sus ojos que brillaban
mostrándome fotografías que explicaban el cómo se había convertido en una hermosa y tierna mujer.

Después de unos instantes de grata contemplación,
me percaté de algo terrible;
vi a su hermano que se reía a carcajadas mientras su cuerpo y rostro
se transformaban en un encorvado anciano 
que al sentarse en el suelo se desvaneció entre el polvo.

Y al ver a mi entrañable musa, sonreí y la abracé con todo mi amor posible
mientras que mi abuelo me lo explicaba todo
con un soplido en mis oídos.

Le miré con ternura a los ojos,
y sonriéndole la besé lentamente en los labios
y la volví a abrazar tan fuerte que me miró
con ese rostro conmovido que nunca he podido olvidar.

Después de ese último beso permitido,
le tomé de las manos porque en ese instante ella ya tenía doce años.

Mi abuelo intervino y nos dijo
que el tiempo había jugado con nuestros cuerpos
y los tres cambiaríamos de maneras distintas.

Era obvio que su hermano avanzó en el tiempo hasta convertirse en polvo
y ella regresaría a ser luz de vida. 
Y yo, el poeta, como ente de la página presente, debía desaparecer.

En ese momento entendimos el juego del tiempo.

Su intención era borrar todo lo escrito en ese libro de ficciones 
y obligar a mi lápiz aprendiz a escribir otro suceso en el tiempo 
donde la encontraría de nuevo para hacerla vivir una diferente historia de amor.

Al comprender dicha sentencia, 
le prometí a mi musa que esta vez no demoraría en buscarla 
y que mis palabras ya no tendrían ese miedo que nunca le permitieron 
decirle frente a sus ojos que más allá de mis ficciones, realmente le amaban. 

La tierna inspiración, en esos últimos párrafos,
me abrazó con todas sus fuerzas 
y me hizo prometer que cuando yo regrese a su vida
lo haga sin mentiras y que nunca más vuelva a existir un final que nos separe. 

Mientras la abrazaba,
le di un último beso
pues vi que ella ya era una niña y yo me desvanecía mucho más.
Observé que mi abuelo sonreía y le pedí un poco más de tiempo.

Extendí mis brazos y recibí en mis manos a una hermosa niña recién nacida 
que agarraba uno de mis pulgares para hacerme recordar esa promesa 
que hasta mi lápiz aprendiz adoptó como esencia para seguir existiendo en mis historias. 

Y antes de cerrar el libro, la abracé con todas las finuras de mi fuerza
y cerré los ojos para protegerla hasta el inicio de una nueva historia
donde esa niña crecería para convertirse en la princesita 
que siempre existió para amarme y liberarme de las cadenas de mi soledad. 

Imagen de Steph Gabler en Pixabay

Dedicado a la Princesita de Agosto


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