EL DEDO METICHE
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¡En el mes de mis memorias!
Pude verla entre ese ramo de
flores
y supe que era la indicada para
ser la princesa de mi historia.
Me presenté como un poeta
viajero
que pasaba por esa página
buscando un nombre para ser la
dedicatoria
de esos sueños que tenía que
fabricar.
Su sonrisa respondió por ella
e inauguramos una historia
donde fui nombrado como el vencedor de dragones.
Recorrimos caminos sin sentir el
tiempo
que lentamente tramaba declararle
la guerra a nuestro amor.
¡Pero no nos importaba!
Sólo queríamos caminar juntos
en medio de ese cortejo que se
llenaba de promesas.
Así llegábamos a su cruel
refugio
para darnos una torpe despedida
que nos tenía a ambos separados
por una puerta
que se reía de nuestro miedo a
nuestro primer beso de amor.
- ¿Pero cómo lo haríamos? -
Nos preguntábamos por la demora
de ese beso
que ya tenía un nombre en mis
historias.
- ¡Yo lo había soñado! -
La respuesta vino a mí en un
sueño
que tenía que representar en su
corazón.
Nos sentamos y como siempre comencé
a cantarle mis historias.
Le narré sobre un dedo que más
adelante
sería el habitante de una isla
que tenía la forma de los labios
del amor.
En mis sueños yo cerraba mis
ojos
y mi corazón me guiaba hacia sus
labios
que también caminaban hacia los
míos.
Pude sentir que nuestras narices
se rozaban
con una emoción que aumentaba a
cada segundo
que avanzaba hacia sus bordes.
- ¡Por fin sus labios! -
Le decía a mi corazón.
Pero al moverlos,
sentimos la espalada y el
ombligo
de un obeso dedo que se había
lanzado entre nosotros.
¡Así terminaba aquel sueño!
Con las ganas intensas de sus
sabores.
Pero ahí no terminaba la
historia.
La princesa quería saber cómo
era aquel dedo
y de qué manera interrumpía ese
romance.
Le sonreí y vi su mirada fija
esperando la función.
¡Respiré profundo!
Lancé mis labios a los suyos
y crucé mi pulgar como en el
sueño.
Nuestras miradas se pararon
fijas
y el viento susurró desde
nuestros corazones:
- ¡Quita ese dedo! -
Vi sus ojos y supe con su
ternura
que también me lo decían.
Mi corazón no vaciló y me lancé
para ganarle
a ese dedo que interrumpía el
inicio de este amor.
¡Todas nuestras canciones se
unieron en ese momento!
Por primera vez pude sentir sus
labios tan suaves
que los disfruté acompañados de
todos nuestros recuerdos
que en ese momento bailaban en
mi pensamiento.
¡Había ganado el derecho de sus
labios!
Habíamos abierto una nueva
página de nuestra historia
donde ese dedo nunca más se
atrevió a interrumpir
esos besos que aprendieron a ser
intensos en el tiempo.
¡Duraderos en lo lejano!
¡Tan dulces!
Tan infinitos que aún los puedo
recordar.
A LA
MUSA DEL TIEMPO
SETIL
DE BARGAM
(DE
SUEÑOS DE UN CASTILLO PERDIDO)