LA FLOR DEL HORIZONTE
Cuando la flor se extinguió
los ojos del poeta naufragaron
en un mar de recuerdos
de múltiple dolor.
…
En aquel caminito ofrecido entre las piedras,
una parte de su cuerpo
brotó como una pequeña flor
que también tenía el gusto por cantar.
En el jardín que nació,
sólo ella le cantaba al nacimiento del Sol
y por ello era envidiada por las demás flores
que no tenían mucho color.
…
“Horizonte”
Los ojos de la flor nacieron
mirando el horizonte
que mostraba una extraña montaña de papel.
Se preguntaba que había más allá de ella,
y soñaba que sus raíces crecían
hasta tocar la cima más alta de ese alcor de sueños
que fue hecha con los poemas desairados
que un poeta gigante dejó
cuando quiso hacer un oda
inspirada en la voz tercera
de una musa que escuchó cantar.
Todas las tardes antes de dormir,
disfrutaba jugar a las escondidas con el sol,
éste se metía entre las montañas
pero no eran muy buenos jugando,
ella no podía ir a buscarlo
y él sólo salía cuando llegaba el amanecer.
Así creció esta pequeña flor,
soñando en ese horizonte
donde estaban escritos muchos versos
que le hubiese gustado conocer.
“El visitante”
Muy cerca de ese jardín,
la flor escuchó con su corazón
el llanto de un poeta.
Por mucho tiempo,
ese lamento armonizó ese jardín
con una magia que imitada
al pozo que fabricaba nubes de sueños.
…
La flor que era muy soñadora
y con la magia de ese llanto,
pudo caminar hacia los pies del horizonte.
¡Allí encontró el amor!
Endulzó su canto
y la llenó de fantasías
que eran fáciles de realizar.
Su corazón vivió feliz hasta que una flor grande
se sembró en su camino
regándose sólo con enormes gotas de amargura.
La pequeña flor
quería seguir amando y pasar las tardes
tomada de la mano
del amor que estaba en ese horizonte.
No pudo hacer nada
y cayó en un silencio mientras la flor grande
escribía sus pasos
y los horizontes que debía mirar.
Lloraba la pequeña flor,
hasta que una noche el poeta
que alimentaba el lugar con sus lágrimas
decidió partir montándose en una almohada
que pasteaba por ahí.
La pequeña flor entendió
que muy pronto la magia se acabaría
y que nunca más podría ver a su amor.
Lloró tres cuartos de luna
hasta que ocurrió un suceso
que le hizo despertar.
El poeta al partir,
dejó caer un lápiz
que cayó directamente en el diario de la flor.
La flor le dijo al lápiz
que no lea lo que allí estaba escrito,
que sólo ella y sus amigas podrían saber
lo que ahí estaba detallado.
- ¡No necesito leerlo! –
Dijo el lápiz sonriéndole a la flor.
- Sólo necesito ver tus ojos para saber
lo que tu corazón me quiere decir.
¡Ya no hay mucho tiempo!
Si amar deseas,
desata tus pies para caminar
hacia ese horizonte que a tu corazón
llama a gritos por un poco de tu mirar. –
- ¿Cómo hacerlo? –
Preguntó la flor a punto de llorar.
- La flor que te prohíbe amar
tiene miedo de que tú camines sola
y que cometas los mismos errores que ella cometió;
por ello se puso en tu camino
y la cerró para que no llegues
al lugar donde quieres estar.
Yo te he de ayudar.
Toma mis manos
y traza tus sentimientos conmigo
y con tus palabras crea un camino diferente
que logre llegar al horizonte que espera por ti.-
La flor confió en su corazón
cogiendo al lápiz
para comenzar a trazar un sendero de esperanzas
que ella misma decoró.
- ¡Soy feliz nuevamente! -
Decía la flor mientras avanzaba a su nuevo lugar.
Pero ese trazo hacía temblar la tierra
y la flor grande se percató de ella
y corrió molesta hasta llegar
al principio de ese camino.
Gritó de rabia el nombre de la pequeña flor.
La pequeña soñadora
al escuchar la voz que le turbaba su andar
sintió miedo y se detuvo a escuchar.
- ¡No temas pequeña flor!
Ya estás muy cerca de tu felicidad,
sólo te faltan unos pasos para llegar
al primer rayo de luz
que te llevará al lugar donde está tu amor.
¡Aquí me despido!
Usaré mis últimos trazos
para cerrar este camino
para que nadie te siga y no fastidie tu felicidad. -
Al decir esto,
el lápiz sopló los pasos de la flor
y ésta caminó entre sus sonrisas
hasta llegar a un infante rayo solar.
Cuando la flor grande llegó a ese paso trazado,
se encontró con muchos garabatos
y todos bañados con el aserrín lloroso
de un lápiz que se gastó dibujando trazos
para que la flor siga el camino
hacia el lugar que muchas veces soñó.
…
La flor estaba en la cima más alta
de la montaña de papel
que le ofrecía leer
las palabras que cantaban
el triunfo de su amor.
Cuando la flor se extinguió
los ojos del poeta naufragaron
en un mar de recuerdos
de múltiple dolor.
…
En aquel caminito ofrecido entre las piedras,
una parte de su cuerpo
brotó como una pequeña flor
que también tenía el gusto por cantar.
En el jardín que nació,
sólo ella le cantaba al nacimiento del Sol
y por ello era envidiada por las demás flores
que no tenían mucho color.
…
“Horizonte”
Los ojos de la flor nacieron
mirando el horizonte
que mostraba una extraña montaña de papel.
Se preguntaba que había más allá de ella,
y soñaba que sus raíces crecían
hasta tocar la cima más alta de ese alcor de sueños
que fue hecha con los poemas desairados
que un poeta gigante dejó
cuando quiso hacer un oda
inspirada en la voz tercera
de una musa que escuchó cantar.
Todas las tardes antes de dormir,
disfrutaba jugar a las escondidas con el sol,
éste se metía entre las montañas
pero no eran muy buenos jugando,
ella no podía ir a buscarlo
y él sólo salía cuando llegaba el amanecer.
Así creció esta pequeña flor,
soñando en ese horizonte
donde estaban escritos muchos versos
que le hubiese gustado conocer.
“El visitante”
Muy cerca de ese jardín,
la flor escuchó con su corazón
el llanto de un poeta.
Por mucho tiempo,
ese lamento armonizó ese jardín
con una magia que imitada
al pozo que fabricaba nubes de sueños.
…
La flor que era muy soñadora
y con la magia de ese llanto,
pudo caminar hacia los pies del horizonte.
¡Allí encontró el amor!
Endulzó su canto
y la llenó de fantasías
que eran fáciles de realizar.
Su corazón vivió feliz hasta que una flor grande
se sembró en su camino
regándose sólo con enormes gotas de amargura.
La pequeña flor
quería seguir amando y pasar las tardes
tomada de la mano
del amor que estaba en ese horizonte.
No pudo hacer nada
y cayó en un silencio mientras la flor grande
escribía sus pasos
y los horizontes que debía mirar.
Lloraba la pequeña flor,
hasta que una noche el poeta
que alimentaba el lugar con sus lágrimas
decidió partir montándose en una almohada
que pasteaba por ahí.
La pequeña flor entendió
que muy pronto la magia se acabaría
y que nunca más podría ver a su amor.
Lloró tres cuartos de luna
hasta que ocurrió un suceso
que le hizo despertar.
El poeta al partir,
dejó caer un lápiz
que cayó directamente en el diario de la flor.
La flor le dijo al lápiz
que no lea lo que allí estaba escrito,
que sólo ella y sus amigas podrían saber
lo que ahí estaba detallado.
- ¡No necesito leerlo! –
Dijo el lápiz sonriéndole a la flor.
- Sólo necesito ver tus ojos para saber
lo que tu corazón me quiere decir.
¡Ya no hay mucho tiempo!
Si amar deseas,
desata tus pies para caminar
hacia ese horizonte que a tu corazón
llama a gritos por un poco de tu mirar. –
- ¿Cómo hacerlo? –
Preguntó la flor a punto de llorar.
- La flor que te prohíbe amar
tiene miedo de que tú camines sola
y que cometas los mismos errores que ella cometió;
por ello se puso en tu camino
y la cerró para que no llegues
al lugar donde quieres estar.
Yo te he de ayudar.
Toma mis manos
y traza tus sentimientos conmigo
y con tus palabras crea un camino diferente
que logre llegar al horizonte que espera por ti.-
La flor confió en su corazón
cogiendo al lápiz
para comenzar a trazar un sendero de esperanzas
que ella misma decoró.
- ¡Soy feliz nuevamente! -
Decía la flor mientras avanzaba a su nuevo lugar.
Pero ese trazo hacía temblar la tierra
y la flor grande se percató de ella
y corrió molesta hasta llegar
al principio de ese camino.
Gritó de rabia el nombre de la pequeña flor.
La pequeña soñadora
al escuchar la voz que le turbaba su andar
sintió miedo y se detuvo a escuchar.
- ¡No temas pequeña flor!
Ya estás muy cerca de tu felicidad,
sólo te faltan unos pasos para llegar
al primer rayo de luz
que te llevará al lugar donde está tu amor.
¡Aquí me despido!
Usaré mis últimos trazos
para cerrar este camino
para que nadie te siga y no fastidie tu felicidad. -
Al decir esto,
el lápiz sopló los pasos de la flor
y ésta caminó entre sus sonrisas
hasta llegar a un infante rayo solar.
Cuando la flor grande llegó a ese paso trazado,
se encontró con muchos garabatos
y todos bañados con el aserrín lloroso
de un lápiz que se gastó dibujando trazos
para que la flor siga el camino
hacia el lugar que muchas veces soñó.
…
La flor estaba en la cima más alta
de la montaña de papel
que le ofrecía leer
las palabras que cantaban
el triunfo de su amor.
Escrito en la madrugada del 18 de agosto del 2009.
(Dedicado a una dulce voz que me inspiró a escribir)
Setil de Bargam
flOr dl hOrizOnte!!
ResponderEliminarqe xvr ezta hiztOriz wOnita
iwl qe laz demaz...
la dulce voz que lo inspiro segurito es karolina... hasta a mi me inspira... pero ya me canse de hacer muxos poemas para ella...jiji.. ta super linda la historia... es obio,no, todas sus historias son beias...llenos de amor y sentimiento....creo que ahora publicare mis poemas en mi blog... ya me canse de papelitos jiji para ser mas modernisada...jiji...
ResponderEliminarDespues de recibir el premio por escribir "El Jinete de Almohadas" (Una sonrisa por parte de la inspiración)... Seguí pensando en más ideas para una nueva historia... Se me ocurrió continuar la historia anterior dando respuestas en la que escribí pensando en los sueños de la musita de linda voz. Al terminarlo ya tenía tres de mis mejores historias... Las que considero las mejores:
ResponderEliminar"La Travesía de S.E.K."
"El Jinete de Almohadas"
"La flor del Horizonte"
En esta etapa de mi vida de poeta... tengo estas tres historias que son mis favoritas.