Tenía dos copas
alargadas y un delicioso vino tinto; pero no tenía con quien brindar sobre la
purificación de mi corazón. Pensé. No era necesario. Fue así, que me fui caminando
hacia el recital de la Luna para embriagarme en presencia de esas estrellas
cantarinas que a veces se comportaban demasiados cucufatas.
—¡Brindo
por mi libertad! —vociferé al llegar al recinto de la Luna.
—¡Shhh! —Me
calló una hermosa mujer que estaba sentada en una de las nubes que yo había
reservado para mi musa de inspiración.
—¿Quién
eres y qué haces aquí? —le pregunté.
La bella y
enigmática mujer solo sonrió y volteó su mirada hacia la luna que estaba a punto
de iniciar su recital.
—¡“Gatos de
bronce”! —Indicó la luna que sería la canción inicial que interpretaría para
sus invitados.
—Me encanta
esa canción —me dijo—. Por cierto, mi nombre es Zulita.
En ese momento, yo estaba muy
sorprendido porque era súper extraño que alguien más esté en este lugar para
escuchar estas canciones que fueron hechas solo para las personas que aún creen
en lo irreal.
—¡“El
discurso de los dioses”! —Comenzó a cantar la Luna como segunda canción.
—¿Te gusta?
—me dijo—. Ven, siéntate a mi lado y disfrutemos de estas canciones. En mi
mundo dejé de escucharlas. Pero vuelvo a este lugar para disfrutar de ellas y
sentir que soy nuevamente una de las hijas de la luna.
—¿Qué más
te gusta? —Le pregunté.
—¡“Los
regalos del viento”! —dijo emocionada—. Adoro esa hermosa coreografía de las
hojas secas.
—¿Qué más? —Seguí
preguntando.
—Haber… ¡Hummm!
¿Escuchaste “Inhumación”? —preguntó.
—¡Claro! —Le
respondí emocionado —Esa canción será puesta en mi velorio.
Y así,
durante todo el recital de la Luna, intercambiamos recuerdos, títulos y letras
de canciones que solo escuchan los hijos perdidos de la luna. Fue hermoso
conversar con alguien que tenía esos extravagantes gustos que yo tanto deseaba
encontrar en una mujer.
—¿Volverás?
—me preguntó mientras yo la dibujaba en mi mente para mis recuerdos.
—Claro que
sí. Ahora sí —le dije emocionado—. De pronto este lugar se ha vuelvo más
hermoso porque desde ahora será el albergue de los extraviados hijos de la
luna.
—Te espero
entonces —dijo la bella mujer mientras despertaba y apagaba la voz de esas
canciones que nos hizo soñar el breve encuentro del amor que todavía no estaba escrito
en mi libro de ficciones.
(Imagen de mollyroselee en Pixabay)
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