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LIC. MICHEL BARDALES GARCÍA - Especialidad de Lengua y Literatura - Profesor del Área de Comunicación. Poeta, escritor y maestro difusor de la Literatura Amazónica. - Correos: setilx@hotmail.com / arpaganus@gmail.com

viernes

CUANDO APRENDÍ A LLORAR POR AMOR

Michel Bardales García

Hubo una página en mi vida en la que yo era una persona de extravagante vestimenta (Hippie). Algunos decían que estaba loco por ir en contra del sistema y de las modas. Pero así era mi forma de ser. Mi forma de ver el mundo era distinto y complejo ya que mi vida giraba en torno a la rebeldía de ser diferente a los demás.

Pero eso cambió de repente.

Cuando estaba en la universidad, me enamoré de alguien que tenía una actitud algo fría hacia los hombres que la pretendían. Pero extrañamente se fijó en mí a pesar de las críticas que le hacían los que en ese entonces se hacían llamar “los normales”.

Con esa mujer aprendí mucho de la vida. Me olvidé de mis ensueños y caprichos intelectuales y quise probar lo que era ser como los demás. Debido a eso, aprendí lo que era llorar por amor.

Estaba tan enamorado de ella, que olvidando mis preceptos, la seguí encandilado hacia una fiesta. En ella me sentía un bicho raro; pero ahí estaba, parado en medio de todo, mirándola y amándola mientras contoneaba esa silueta que me había embrujado.

Pero, lamentablemente, no sabía mover mi cuerpo al ritmo de esas canciones. Sus amigas me empujaron hacia ella para bailar juntos, pero yo era una piedra que soltaron en medio de la fiesta. No entendía la música y no sabía cómo moverme. Y fue por eso que ella me obsequió mi primer dolor de amor.

—¿A qué vienes a la fiesta si no vas a bailar? —Lo dijo enojada y alejándose de mí.

No le respondí nada, solo me quedé ahí parado aguantando el diluvio de lágrimas que querían salir desesperadas. Solo yo sabía que fui a esa fiesta, no para bailar, sino para estar junto a ella y deleitarme de su mirada.

Aquella noche, me di media vuelta y en silencio salí de la fiesta y caminé a casa. Lo hice llorando porque no entendía el mundo de los supuestos “normales”. Por ser diferente no aprendí de esas cosas y eso me costaba esas primeras lágrimas que le ofrecí a la vida cuando por primera vez le pedí a Dios que me convierta una persona “normal”. Pero luego, el tiempo me enseñó que solo debí buscar a alguien que me quiera tal como yo era en esos días en el que realmente era feliz.

Imagen: Cortesía@Pixabay

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